Nadie esperaba que el presidente Donald Trump salvara a un país de la crisis financiera. Sin embargo, el 14 de octubre se reunirá con Javier Milei, presidente de la Argentina y aliado ideológico, para discutir los detalles de un paquete de rescate. Estados Unidos ya le prometió a la Argentina una línea de swap por valor de US$20.000 millones, una cantidad que representa la mitad de las reservas extranjeras del país sudamericano, con el fin de disipar los temores de los inversionistas sobre la durabilidad de las reformas monetarias de Milei, que han provocado la caída del peso. Los funcionarios del Tesoro también están considerando recurrir al Fondo de Estabilización Cambiaria (ESF, por sus siglas en inglés), una reserva de dólares que se utilizó por última vez para ayudar a una nació
Ocho meses después de iniciar su segundo mandato, Trump reformó la diplomacia financiera de Estados Unidos. Durante décadas, los responsables políticos habían tratado de aliviar la pobreza y ganarse amigos con ello. El dinero se repartía a través de agencias de ayuda, así como del FMI y el Banco Mundial, en los que Estados Unidos es el mayor accionista. Ahora, Trump retiró la mitad del dinero que Estados Unidos enviaba al extranjero, sembró el pánico entre las instituciones multilaterales y está ampliando el rescate estadounidense más generoso en 30 años. Cuando Trump comenzó a tomar medidas drásticas, los funcionarios temieron que Estados Unidos renunciara por completo a financiar a los países en desarrollo. En cambio, está surgiendo un nuevo enfoque.
Representa una revolución. La diplomacia financiera estadounidense ahora es descaradamente egoísta. Se ofrece dinero a los aliados ideológicos, a los líderes que controlan algo que Trump desea y a los países que espera alejar de China. A largo plazo, se podría gastar incluso más en estos objetivos que lo que antes se destinaba a la lucha contra la pobreza. El problema es que existen tensiones.
Los funcionarios del FMI y del Banco Mundial se tranquilizaron cuando, en abril, Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, dijo que no retiraría el apoyo siempre y cuando ambos organismos se reformaran. Pero ahora les preocupa lo que sucederá cuando la Casa Blanca se dé cuenta de que sus peticiones son poco prácticas. Bessent quiere que el FMI recorte el préstamo total, lo que llevaría décadas, y que ayude a Estados Unidos a reducir el superávit comercial de China, otro accionista.



























