Hay dos palabras que están cambiando la medicina para volver al sendero de las causas y no quedarse sólo en resolver síntomas. Por un lado, está el estudio profundo de la microbiota que es el conjunto de virus, hongos, bacterias y parásitos que conviven en nuestro cuerpo formando diferentes ecosistemas, llamados microbiomas, en diferentes zonas y sistemas, como piel, colon, nariz, vagina. Así, el cuerpo de una persona no son sus células y nada más, sino que está habitado por una verdadera comunidad que integra también células de microorganismos propios que aportan una maquinaria enzimática capaz de ayudarnos, entre otras cosas, a controlar la presión arterial, a digerir enzimas, a sintetizar vitaminas.
El otro concepto importante en esto son los miRNAs o microARNs, pequeños trozos de ARN que provienen tanto de los genes de las células como de las bacterias y demás integrantes de la microbiota. “Los microARN son moléculas muy pequeñas que no codifican para ninguna proteína. Ellos controlan cuánto de un gen se tiene que expresar o no, más allá de que lo hayamos heredado. En este proceso, es fundamental el rol de la epigenética, es decir de todos aquellos factores no genéticos que rodean a un individuo, desde el ambiente en el que creció, vive y trabaja, hasta el tipo de alimentación que tiene y si realiza actividad física o si es sedentario”, explica Gabriela Gutiérrez, investigadora independiente del CONICET especializada en Inmunología y fundadora de la startup argentina Microgenesis. La compañía utiliza la técnica de los microARN como herramienta de análisis para saber cuándo el organismo de una persona tiene una disbiosis, es decir un desequilibrio en su microbiota, de modo tal que genera un estado inflamatorio capaz de alterar su salud integral.
Gutiérrez ejemplifica qué implican estas pequeñísimas moléculas en nuestro organismo. Y para eso toma el caso de las flores. “Hablemos de dos tulipanes. Cuando uno estudia genéticamente a un tulipán rojo o a un tulipán blanco de la misma especie comprueba que ambas flores heredaron el mismo gen. Sin embargo, la capacidad de generar el pigmento o no, o sea, de ser blanco o de ser rojo, va a depender de la exposición a altas temperaturas y a más radiación ultravioleta. Es decir, que esto está regulado por los factores medioambientales, es decir, por todo aquello epigenético, todos esos gatillos que están trabajando sobre ese organismo, y que hacen que haya más o menos microARN capaz de silenciar la expresión de ese gen. Cuantos más microARN hay, menos se expresa el gen, y más blanco es el tulipán. Y esto en este caso tiene que ver directamente con un estímulo externo o ambiental”, describe.
La especialista agrega que se demostró que estos reguladores innatos tienen influenciado, por ejemplo, el cáncer, la endometriosis y hasta pueden atravesar la barrera hematoencefálica y producir cambios en la conducta. Lo bueno es que es factible analizar el impacto del estilo de vida y del ambiente sobre la salud a través de las huellas que podemos rastrear y medir de estos microARN, señala.