30 años de la muerte de Juan Manuel Fangio

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Antes de convertirse en leyenda, Juan Manuel Fangio fue un joven de Balcarce que jugaba al fútbol hasta que caía el sol. Pero su destino no estaba en una cancha, sino en un taller. Entre herramientas, motores y caminos de tierra, tuvo una revelación a los 11 años.

Fue en un galpón cuando logró encender un auto por primera vez. “Sintió que cobraba vida”, recuerda Pablo Morosi, el periodista que escribió su biografía más reciente. “Esa sensación de poder, de dominio, lo marcó para siempre”, afirmó el autor de Fangio: el hombre detrás del volante en diálogo.

Fangio aprendió en la calle, en los caminos de ripio, llevando autos desde Buenos Aires hasta Balcarce. A los 15 ya sabía de mecánica, de barro y de estrategia. “Les pedía a los vecinos que estacionaran frente al taller para simular que tenían muchos clientes. Tenía una cabeza muy despierta, era observador e intuitivo. No fue casualidad que llegara adonde llegó”.

Lo más impactante de su historia no está solo en los títulos, sino en cómo los alcanzó. Fangio no heredó fortuna ni privilegios: salió de un pueblo del interior y construyó su camino con esfuerzo, inteligencia y coraje. “Era un laburante. Apenas terminó la primaria, ya estaba metido en el taller. Observaba, escuchaba, aprendía. Todo lo que logró fue a base de trabajo y constancia”, contó Morosi.

Con el tiempo, su nombre se volvió sinónimo de excelencia. Pero nunca se olvidó de sus orígenes. “Siempre decía que su primer auto lo compró gracias a una colecta de vecinos. Guardaba la lista con los nombres de quienes lo ayudaron”, reveló.

Por eso, en señal de reconocimieinto, cuando tuvo los medios para devolver algo de todo lo que recibió, lo hizo. Entonces, financió la construcción del autódromo y del Museo del Automovilismo en su ciudad natal.

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